De estilo Barroco, la Plaza San Pedro está situada en el Vaticano, a los pies de la Basílica homónima. Fue construida entre 1656 y 1667 por Gian Lorenzo Bernini, por encargo del Papa Alejando XII.
Con capacidad para albergar alrededor de 300.000 personas, es la antesala perfecta para el templo católico por excelencia, la Basílica de San Pedro.
La gran explanada de forma trapezoidal cuenta en sus laterales con dos pasajes de forma elíptica, como una especie de gran paréntesis.
Cada uno de estos brazos posee cuatro filas de columnas, en total 284, de 16 metros de altura cada una, simbolizando el gran abrazo de acogida que da la Iglesia Católica a sus visitantes.
Los dos pasajes que se forman mediante las columnas están rematados en una balaustrada. Y coronados por las figuras de 162 santos de diversas épocas y lugares.
En su interior hay dos fuentes ubicadas en los focos de cada elipse y en el medio un obelisco de dimensiones monumentales. Este bloque de granito rojo de 25 metros de altura y 327 toneladas fue colocado en 1586 frente a la Basílica de San Pedro por el Papa Sixto V.
Traído desde un circo romano de Egipto, fue ubicado allí en homenaje al martirio de San Pedro en el Circo de Nerón y se lo conoce como el testigo mudo, ya que junto a él fue crucificado dicho mártir.
En su cúspide, contaba con una esfera de bronce, que según cuenta la leyenda, contenía los restos de Julio César. Hoy en su lugar puede apreciarse una reliquia de la Santa Cruz.
El acceso principal a la Plaza es la Via della Conciliazione. Con la imponente imagen de fondo de la Basílica de San Pedro, es sin dudas la forma más espectacular de llegar.
Son 500 metros de recorrido, comenzando muy cerca del castillo de Sant’Angelo y pasando por edificios de gran valor histórico.
Esta Plaza es el lugar elegido generalmente por los distintos Papas para celebrar sus audiencias públicas y ceremonias más solemnes. En especial, las que convocan a grandes multitudes, que no cabrían en la Basílica de San Pedro.
Un dato curioso es que la afamada Plaza de la Concordia de París es réplica exacta de esta plaza. Su distribución, el obelisco y la ubicación de las fuentes son iguales que las de San Pedro.
El Barroco y la Contrarreforma
La construcción de la Plaza de San Pedro se enmarca dentro del Barroco. Un período de la historia que se caracterizó por el cambio en la manera de concebir las artes visuales dentro de la cultura occidental. Se originó en Roma, utilizado principalmente como medio de propaganda para difundir la doctrina contrarreformista de la Iglesia Católica
La reforma protestante había sumido al catolicismo en una gran crisis en la primera mitad del siglo XVI. Evidenciando así la corrupción de las altas esferas eclesiásticas y la necesidad de reformular el mensaje y conseguir un mayor acercamiento a los fieles.
El Concilio de Trento, celebrado en diferentes sesiones entre 1545 y 1563, buscó contrarrestar el avance del protestantismo y reafirmar el culto católico.
Algunos de los grandes efectos de la Contrarreforma fue consolidar la importancia de la figura del Papa y proyectar un gran programa de renovación urbanística romana.
Esto generó que la Iglesia Católica se convirtiera en el principal mecenas artístico de aquella época, utilizando el arte como el principal medio de difusión de la propaganda religiosa.
Ello se tradujo en grandes reformas y mejoras en la arquitectura de Roma, y convirtió a esta ciudad en el centro más relevante del arte Barroco.
Allí se trasladaron artistas de todas las regiones de Italia en busca del patrocinio papal. El estilo Barroco recibiría gran influencia religiosa, sobresaliendo la arquitectura como referente estilístico de la época.
Se destacan de aquel período dos grandes exponentes: Lorenzo Bernini (1598-1680) y Franceso Borromini (1599-1677), quienes mantuvieron una gran rivalidad creativa. El primero, quien ideara la Plaza de San Pedro, volcó en aquella obra toda la magnificencia y suntuosidad del Barroco.
El artista detrás de la obra
Gian Lorenzo Bernini es considerado el escultor más destacado de su época, con una habilidad para tallar el mármol comparable a Miguel Ángel. Fue también uno de los arquitectos más importantes de su generación, junto a Francesco Borromini y Pietro da Cortona. En un principio los tres trabajaron para el Palacio Barberini, uno de los más representativos del período barroco, pero luego comenzaron a disputarse obras de mayor envergadura y llegaron a desarrollar una gran rivalidad.
Bernini era una persona profundamente religiosa y no dudó en ponerse al servicio de la Contrarreforma. Esto le significó el favor de la Iglesia, en particular de los papas Urbano VIII (1623–1644) y Alejandro VII (1655–1665), asegurándole los proyectos más importantes de aquellos años: la Basílica de San Pedro y la Plaza de San Pedro, reconocido este último como su proyecto más innovador.
Bernini dejó un gran legado y aunque fue despreciado durante el Neoclasisimo en el siglo XVIII, al igual que todo el Barroco, en el siglo XIX hubo una relectura del contexto en el que trabajó, lo que significó una revalorización de sus obras y su reputación artística, llegando a ser reconocido como el escultor y arquitecto más importante del Barroco Italiano.
El aporte de Francisco
La Plaza de San Pedro continúa siendo noticia en la actualidad, ya que en febrero de 2015 concluyeron las obras de construcción de las duchas para personas en situación de calle que viven en las zonas aledañas, un proyecto alentado por el Papa Francisco.
La obra contempló la instalación de tres duchas y un espacio destinado a una barbería, que ya se encuentran en funcionamiento en el brazo derecho de las columnas de la Plaza.
Cuentan con agua caliente, un dispensador de jabón líquido y secador para las manos. Además, en lugar de cerámicos, se utilizó una resina especial en el recubrimiento de las paredes que permite una limpieza más rápida y sencilla, garantizando una mayor higiene de las instalaciones.
Quienes las utilizan, a su vez, reciben una muda completa de ropa interior y también jabón, toalla, desodorante y pasta de dientes. Tanto los productos de aseo personal como las toallas, ofrecidos de manera gratuita, son provistos gracias a donaciones de empresas y personas que han decidido aportar a este proyecto.
Las instalaciones son atendidas y gestionadas por voluntarios y las personas que las utilizan son recibidas y asistidas por las hermanas de la Caridad, las Albertinas y las Vicentinas.
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