Lejos de las multitudes y del ruido de sirenas del downtown neoyorquino se encuentra Devoción, un café pionero en el concepto “del productor a la mesa” que emplea granos orgánicos de pequeños productores colombianos.
Al final de la Grand Street, en el barrio Williamsburg de Brooklyn, se emplaza este pequeño oasis en lo que en el pasado fue una fábrica empacadora de carne. El lugar destila una energía increíble y se percibe el aroma al mejor café colombiano.
El edificio tiene aires industriales: paredes de ladrillo a la vista, acero y sofás Chesterfield revestidos en terciopelo. También una lucarna en el atrio central que ilumina el ambiente.
Una de las paredes funciona como un mural viviente, con más de 2000 variedades de plantas. Incluyendo, por supuesto, plantas de café colombiano.
Tal como su nombre lo indica, el compromiso de Devoción es servir un exquisito café con granos producidos en micro plantaciones de las remotas áreas rurales de Colombia, todo sumado a otros ingredientes que agrega sabores, como frutos rojos de la zona de los Andes, piel de mandarina y uvas.