Por | Diana Radomysler, Samanta Cafardo, studio mk27 – marcio kogan
Casa Azul es un caso de estudio sobre cómo construir en medio de una naturaleza exuberante y protegida, sin dañarla. El terreno está ubicado en Serra do Guararu. Una región costera de la Mata Atlántica en el estado de São Paulo, a solo 500 metros de la playa de Iporanga.
Como es un área de protección ambiental, la arquitectura tuvo que trabajar dentro de parámetros estrictos para preservar completamente el paisaje existente.
Desde un principio se definió un perímetro de dos metros alrededor del voladizo de la vivienda para proteger el bosque de las actividades de construcción.
El proyecto debió implementarse dentro de un área previamente delimitada por las agencias ambientales, manteniendo el resto del terreno intacto.
Se decidió levantar la propiedad sobre pilotes. Generando una luz de 15 metros de largo por 8 metros de ancho, que da sombra a la principal zona social y de ocio en la planta baja de la casa.
Esta cubierta de madera, ligeramente elevada del suelo para proteger el pavimento de la humedad, se mimetiza con la vegetación circundante, extendiéndose sinuosamente más allá del voladizo del edificio.
Su geometría abstracta, homenaje a la obra del paisajista Roberto Burle-Marx, contrasta intencionadamente con el volumen rectangular que define la casa superior y permite acercar o alejar la vegetación, alternando las formas de interacción con el paisaje.
La piscina, parcialmente protegida por la sombra, se interpone entre el deck y la naturaleza, dando paso al paisajismo creado por Rodrigo Oliveira.
Al salir del voladizo de Casa Azul, la piscina permite una conexión más directa entre el diseño del hogar y el bosque que se extiende hacia el mar.
Perpendicular a la cubierta, un muro de piedra rústica separa la zona de ocio de las de servicio y complementa el par de pilares que estructuran el vano.
En la planta baja, dos volúmenes apilados y desparejados parecen flotar entre las copas de los árboles. El alzado de los volúmenes en Casa Azul no solo pretende dar sombra y proteger, sino también lograr la vista circundante. La primera caja de hormigón enmarca la naturaleza con sus lados acristalados y permite una vista al mar.
Cuando se abren, estos vidrios convierten la habitación en una gran terraza. Consolidando la transparencia que permite que la mirada atraviese completamente la arquitectura. Del mismo modo, el programa se resuelve de manera abierta, integrando estar y comedor en este nivel.
FICHA TÉCNICA
Arquitectos: Diana Radomysler, Samanta Cafardo, studio mk27 – marcio kogan.
Ubicación: Guarujá, Brasil.
Área del proyecto: 400 metros cuadrados.
Año del proyecto: 2020.
Fotografía: André Scarpa.