Fotografía | Web
La mansión de Ricardo Fort en Mar del Plata era mucho más que una simple residencia; era un monumento al lujo y la sofisticación, un reflejo tangible del exquisito gusto y la personalidad magnética del empresario.
La mansión de Fort impresionaba por su imponente presencia. El ladrillo a la vista confería una elegancia atemporal, mientras que los amplios ventanales invitaban a explorar los tesoros que aguardaban en su interior. Pero la verdadera magnificencia de esta propiedad se revelaba en cada uno de sus rincones.
Al atravesar la entrada, los visitantes eran recibidos por un exquisito paisaje de lujo y comodidad. El amplio estacionamiento exhibía una impresionante flota de automóviles de alta gama, incluyendo un Mercedes, un BMW, dos Rolls Royce y tres Harley Davidson, una muestra más del refinado gusto de su dueño.
Una vez dentro, la grandiosidad de la mansión se desplegaba en todo su esplendor. El luminoso living comedor, adornado con elegantes sillones de cuero, ofrecía un espacio acogedor para la convivencia y el esparcimiento. Aquí, Fort y sus invitados compartían momentos inolvidables, rodeados de lujo y confort.
Uno de los aspectos más destacados de la residencia era su habitación principal. Con un guardarropa que rivalizaba con el de las boutiques más exclusivas, Fort disponía de un santuario para sus lujosos abrigos, cada uno una pieza única de su exquisita colección.
La cama king size, con su majestuoso respaldo blanco en capitoné, prometía noches de descanso en un ambiente de pura elegancia.
La extravagancia de la mansión donde vivía Ricardo Fort no se limitaba al interior. Los extensos jardines y la impresionante piscina constituían un verdadero paraíso al aire libre.
Aquí, Fort organizaba multitudinarios eventos sociales, compartiendo la belleza y la serenidad de su hogar con amigos y seres queridos, en un entorno que irradiaba lujo y distinción.