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La ciudad que muere. Civita di Bagnoregio, entre ruinas y eternidad

Civita di Bagnoregio. La ciudad que muere.

Fotos | @civita_di_bagnoregio
Civita di Bagnoregio se alza sobre la cima de una montaña como un escenario de otro mundo. Solo se puede acceder a pie, cruzando un estrecho puente peatonal que ofrece vistas impactantes del paisaje del Lacio. Rodeada de niebla, parece flotar en el aire, lo que le da un aire místico difícil de olvidar.

Square and Church of St. Donato. Civita di Bagnoregio through the flowers, Lazio, Italy

Conocida como “la ciudad que muere”, se asienta sobre una frágil base de toba volcánica que la erosión desgasta lentamente. De origen etrusco y ubicada entre Orvieto y el lago de Bolsena, esta joya medieval es uno de los pueblos más cautivantes y singulares de Italia.

Fundada hace unos 2.500 años por los etruscos, Civita fue un centro urbano con templos y un foro que marcaban la vida religiosa y civil. Donde hoy se encuentra Bagnoregio, en aquella época existía el pueblo de Rota. Hoy, este rincón detenido en el tiempo sobrevive con pocos habitantes permanentes y cientos de turistas que la visitan a diario.

Al cruzar el puente, lo primero que se ve es la imponente Puerta de San María, coronada por dos leones que sostienen cabezas humanas: un símbolo de la victoria de los habitantes sobre los tiranos.

Desde allí, la calle San María conduce a la plaza principal, donde se alza la iglesia románica de San Donato, restaurada en el siglo XVI. Dentro, se conservan valiosas obras como un crucifijo tallado del siglo XV, atribuido a la escuela de Donatello, y un fresco de la escuela de Perugino.

Las calles están flanqueadas por casas de piedra con balcones floridos, escaleras exteriores y edificios renacentistas de familias como los Colesanti, los Bocca y los Alemanni. Cada rincón es una postal viva de la arquitectura medieval.

Entre las visitas recomendadas, destacan el Museo Antica Civitas, ubicado en una antigua vivienda, y la gruta de San Buenaventura, una tumba etrusca excavada en la roca que lleva el nombre del fraile y filósofo local, biógrafo de San Francisco de Asís.

Subir a la Roca Oriental ofrece una vista única de los Ponticelli, murallas de arcilla que muestran los estragos del paso del tiempo. Civita di Bagnoregio no solo sorprende por su belleza, sino por la sensación de estar en un lugar suspendido entre el pasado y la eternidad. Una experiencia que ningún viajero olvida.