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En un área del tamaño de Manhattan y con poco más de 30 mil habitantes, San Marino invita a sumergirse en siglos de historia y la arquitectura típica de las ciudades-estado europeas.
San Marino es un pequeño país incrustado en la modernidad de Italia moderna. Se ubica a pocos kilómetros del Mar Adriático, cercana a Florencia y la zona de la Toscana. Se destaca por la belleza de sus calles, edificios y su cultura, atractivos que se unen a una gastronomía única, apoyada en los productos locales.
Esta pequeña nación, la tercera más chica de Europa, cuenta con ocho castillos. Pero el que se lleva todas las miradas es el que está ubicado en la capital. Allí se observan las tres torres Guaita, Cesta y Montale, símbolos del país y que dominan su bandera celeste y blanca.
La Cittá di San Marino, su capital, está sobre el Monte Titanio. Se encuentra rodeada por edificios y murallas medievales reconocidas y protegidas por la UNESCO que nos transportan varios siglos atrás.
Recorrer el centro histórico es una experiencia deslumbrante, donde se mezcla la arquitectura antigua con los negocios modernos, rodeado de miles de turistas que llegan día a día a este lugar. Los aires de modernidad, sin embargo, no logran quitarle su esencia medieval y característica.
Una parada obligatoria es la basílica de San Marino, construida en el siglo XIX sobre una iglesia medieval. Allí reposan las reliquias del santo fundador de la ciudad.
El Palazzo del Governo es el edificio de mayor importancia del país. El mismo funciona como sede de los órganos institucionales y administrativos de San Marino, una obra de arquitectura imponente.
Saliendo de la ciudad, en el reducido espacio que ocupa San Marino, podemos entrar en contacto con la naturaleza, en la hermosa campiña que desciende hasta el mar, adentrándose en tierras italianas hasta llegar a la ciudad de Rimini.
